En los museos la historia cobra vida
Por decisiones humanas, a veces con carácter intelectual, los objetos son retirados en cierta manera de su vida de uso, lo cual a su vez paradójicamente retrasa su muerte física con el fin se musealizarlos y convertirlos en testigos de una memoria individual o colectiva por poseer un carácter de referencia, adquiriendo la cualidad de: “musealidad”. Así las cosas, se realiza entonces el montaje de exposiciones como representaciones visuales de hechos ausentes, mediante objetos musealizados como signos.
Estos signos, a veces gozan de los beneficios del arte de la restauración para devolver al objeto sus cualidades; pues en los términos de la Declaración de Quito de 1967, una obra de arte bien restaurada es un testimonio vivo de la historia; es un motivo de dignidad para una comunidad; es un referente que sirve para que los pueblos canten sus glorias.
La museografía pone en relieve el patrimonio cultural que es testimonio de la historia. Los objetos de las colecciones guardan silenciosamente unos testimonios de los sucesos de la humanidad, los que gracias a un guión cobran vida para dar precisamente referencias del pasado común, de épicas, de sacrificios y de glorias de la patria.
En los objetos patrimoniales exhibidos se puede observar la huella del pasado y su resistencia a desaparecer gracias al esfuerzo curatorial que les devuelve su dignidad como tal. Y así entran entonces a convivir en una exposición y con un guión museológico los trofeos de batallas, los objetos de la ciencia y los testigos de antiguas tecnologías, para enseñar a los visitantes que el día de hoy es el fruto de las fatigas y las épicas de otras generaciones.
Así por ejemplo, bajo el mismo techo del Museo Nacional de Colombia convive hoy el manto de una de las mujeres del Inca Atahualpa, con la prensa de golpe de madera, hierro y cuero que utilizó don Antonio Nariño en 1794 para imprimir su traducción de los derechos del hombre y del ciudadano. También en el Museo de Arte Religioso Monseñor Tiberio de J. Salazar de Sonsón convive la colección de imaginería religiosa tradicional con algunos materiales que dan testimonio de la tecnología constructiva de la antigua catedral.
Anotaba don Darío Ruiz Gómez en uno de sus escritos periodísticos del año 2000, que “los museos cobran una función social determinante en el proceso histórico de cualquier comunidad, cuando se logra entender que la historia y el arte no son solo para un grupo de privilegiados, sino para aquellos que lo buscan para llenar así el vacío de la vida urbana y lo que la desamparada vida rural les niega. El museo propone una patria espiritual permanente y anhelada que niega la cruda barbarie cotidiana”.
Todo esto lleva por consiguiente a afirmar, que sería muy difícil hacer una narración documentada de la historia sin considerar las colecciones de los museos donde están precisamente las evidencias de los acontecimientos.
Ha sido enorme la pérdida del patrimonio cultural que para su historia nacional ha sufrido el pueblo de Irak ante el robo de sus antigüedades por la ocupación de fuerzas militares extranjeras en ese territorio. Ante la mirada indiferente de la comunidad internacional y violando abiertamente la Convención de la Haya de 1954, que exige que el país ocupante proteja el patrimonio cultural de la nación invadida, sellos sumerios, tablillas cuneiformes y piezas procedentes de la excavación de Nippur, circulan hoy en el mercado negro del patrimonio. Muchas de esas piezas fueron robadas por soldados de las colecciones del Museo Arqueológico de Bagdad. Desde el año 2004 se venden incluso en las páginas de la Internet miles de estos objetos que antes se constituían en los más preciosos tesoros de esa cultura oriental.
También es el caso del Ecuador, donde la policía de ese país registró en el año 2007 un total de 2431 robos de obras de arte, joyas, esculturas y piezas arqueológicas de sus museos y templos, por hechos presentados especialmente en las provincias de Pichincha, Cotopaxi e Imbabura. La custodia de oro de Riobamba y el retrato de Simón Bolívar que en el año 1900 donó el pueblo de Venezuela al Ecuador, hacen parte de esta infortunada lista.
Los colombianos no alcanzamos a imaginarnos, el gran patrimonio que tendríamos en nuestros museos para el disfrute colectivo, si don Tomás Cipriano de Mosquera no hubiera hecho esos grandes saqueos a los templos en el siglo XIX con el decreto de desamortización de los bienes de la iglesia proferido el 9 de septiembre de 1861.
Con el correr de los años, los museos se fueron convirtiendo en lugares sacralizados destinados como depósitos de cosas bellas. Fue necesario replantear esta concepción haciendo un análisis de su función y sus objetivos sociales, hacia un concepto dinámico. Es decir, acabar con esa vieja idea de ser entes estáticos donde los objetos estaban descontextualizados con el presente y estimados para una exposición a partir de su belleza y atributos estilísticos.
Los museos de hoy nos plantean esa reflexión sobre la conexión del visitante con la historia, con el arte y con el medio ambiente, para generar un replanteamiento sobre el presente y sobre los actuales procesos sociales. Es decir, en los museos nuestra historia debe cobrar vida.
Desde el Museo Histórico de El Peñol y el Nodo de Museos del Oriente Antioqueño, extendemos nuestra sincera felicitación en este año 2011, a la comunidad de Sonsón por la dinámica de sus museos y en especial al Museo de Arte Religioso por sus cuarenta años de existencia, como referente especial de la identidad de esa distinguida localidad.